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lunes, 27 de abril de 2009

¿Por qué ser cineasta...

..., pudiendo ser novelista?
O al menos eso se pregunta Eric Rohmer en el prólogo a su libro "Seis cuentos morales". Y sigue:
"Hay otro motivo que obligaba a dar a los Cuentos una apariencia fundamentalmente literaria. Mi intención no era filmar unos acontecimientos en bruto, sino el relato que alguien hacía de ellos. Una de las razones por las que estos Cuentos se denominan "morales" es que están casi desprovistos de acciones físicas; todo se desarrolla en la cabeza del narrador. La presencia del comentario en primera persona se debe menos a la necesidad de revelar unos pensamientos íntimos, imposibles de traducir por la imagen o el diálogo, que de situar sin equívocos el punto de vista del protagonista".
Eric Rohmer habla del cine como de un "monstruoso devorador de argumentos, saqueando el repertorio del teatro, de la novela, de la crónica... sin poder ofrecer nada a cambio. Un texto cinematográfico en sí no vale nada: la puesta en escena es la reina, el texto servidor. Únicamente en la pantalla la forma de estos relatos alcanza su plenitud, aunque sólo sea porque se enriquece con un punto de vista nuevo, el de la cámara que ya no coincide con el del narrador.

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