Imperdibles:

miércoles, 12 de noviembre de 2008

Horror vacui

Siempre se comenta el miedo que siente un escritor hacia el folio en blanco, pero a mi me ocurre exactamente lo contrario. Cuando estoy escribiendo no tengo cortapisa ninguna, no hay nada imposible si puede imaginarse. Lo que a mí me da miedo es mirar por el visor de la cámara y pensar que cada pequeño píxel de la imagen depende de mí, que todos tienen que llenarse de "datos" y de "sentido". Ante el folio en blanco eso queda muy lejos. Puedo pensar en un rostro ideal, en un vestuario concreto, en un escenario imposible... y al igual que pienso en esas situaciones ideales, también pienso en un director para llevarlo a cabo. Siempre he pensado que "Nada de nadie" era una película para los hermanos Dardenne.

En algún sitio he leído que el cine de los hermanos belgas es como un estampido. Seco, directo, cortante. Una cámara que persigue sin respiro a sus personajes, como un testigo incómodo, que a veces espía, a veces es cómplice. Pero con una diferencia: nunca esa mirada es moralizante. Los Dardenne no juzgan a sus personajes, ni nos tranquilizan con discursos políticamente correctos y finales a medida. Su cine nos deja un gusto reseco, agrio, con el mismo malestar interior, que aqueja a sus protagonistas.

"Queremos que el espactador comparta la experiencia del personaje y al mismo tiempo NO pueda identificarse con él." Jean-Pierre & Luc Dardenne.

miércoles, 5 de noviembre de 2008

Haciendo amigos


Hay una teoría que se llama "Los mil fans verdaderos", de Kevin Kelly. Que dice que para un artista lo único que hace falta es contar con 1.000 personas que se gasten el salario de un día al año para apoyar lo que haces. Ahora bien, una de las condiciones para tener "contentos" a los fans verdaderos es estar en contacto directo con ellos, ¿cómo? pues con los blogs, los canales RSS, el Myspace, el Facebook... que permiten difundir tu obra en pequeñas cantidades de forma rápida, barata y simple.

Voy a empezar a pasar lista a ver cuántos amigos (¿o se dice inversores?) tengo.

El cuento de la lechera

Llevaba en la cabeza
una lechera el cántaro al mercado
con aquella presteza,
aquel aire sencillo, aquel agrado,
que va diciendo a todo el que lo advierte
"¡Yo sí que estoy contenta con mi suerte!"

Porque no apetecía
más compañía que su pensamiento,
que alegre le ofrecía
inocentes ideas de contento,
marchaba sola la feliz lechera,
diciéndose entre sí de esta manera:

"Esta leche vendida,
en limpio me dará tanto dinero,
y con esta partida
un canasto de huevos comprar quiero,
para sacar cien pollos, que al estío
me rodearán cantando el pío, pío.

Del importe logrado
de tanto pollo mercaré un cochino;
con bellota, salvado,
berza, castaña engordará sin tino,
tanto, que puede ser que yo consiga
ver cómo se le arrastra la barriga.

Llevarélo al mercado,
sacaré de él sin duda buen dinero;
compraré de contado
una robusta vaca y un ternero,
que corra y salte toda la campaña,
desde el monte cercano a la cabaña."

Con este pensamiento
enajenada, brinca de manera
que a su salto violento
el cántaro cayó. ¡Pobre lechera!
Adiós leche, adiós huevos,
adiós dinero, adiós lechón,
adiós vaca y ternero.

¡Oh loca fantasía!
¡Qué palacios fabricas en el viento!
Modera tu alegría,
no sea que saltando de contento,
al contemplar dichosa tu mudanza,
quiebre su cantarillo la esperanza.

No seas ambiciosa
de mejor o más próspera fortuna,
que vivirás ansiosa
sin que pueda saciarte cosa alguna.
No anheles impaciente el bien futuro;
mira que ni el presente está seguro.