Si hay un director que ejemplifica como nadie la culpa y el castigo ese es Abel Ferrara. Utilizando como nadie los clichés del cine de género es capaz de traspasar a sus personajes su obsesión sobre la auto-destrucción.
Abel Ferrara se regodea en los aspectos más violentos ya que, según él nos cuenta, “la redención del ser humano puede darse si previamente se ha descendido hasta lo más profundo del ser”. Por eso es tan difícil establecer en sus películas quienes son los buenos y quienes son los malos. Todos los personajes parecen inmersos en un infierno cotidiano y no hacen sino actuar en consecuencia. Esto llega a ser molesto para el espectador hasta tal punto de generar rechazo hacia una obra que, para muchos otros, resulta fascinante.
A mí me interesa la relación que Ferrara establece entre los espacios claustrofóbicos (como nuestro subsuelo) y los personajes que los habitan. Del mismo modo, nosotros hemos intentado centrar la película en un anti-héroe que cree haber llegado a un punto irreversible de degradación y encara un conflicto con una joven inocente de manera que hace nacer en él, el mecanismo de la culpa.
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