
De él hay que aprender a ser inconformista y a ver más allá de los tópicos transformándoles en una obra de arte total, repleta de lírismo y misticismo.
Val del Omar contaba que de niño le gustaba meterse debajo de la cama para, con una linterna y trozos de cristal tintado, realizar sus propias proyecciones. De ahí surge su idea del cine como un acto de fe y ahí empieza su principal problema: el inventor se ha comido siempre al artista, dada la ingente lista de innovaciones técnicas y la escasez de películas, solo dos: Aguaespejo Granadino (1955) y Fuego en Castilla (1961). Personalmente prefiero no incluir Acariño Galaico, que solo sirve para concluir lo que él mismo llamaba su Tríptico Elemental de España, pero no llegó a concluir.
Ya lo dice en uno de sus poemas de la serie "Tientos de erótica celeste" y recogido por Lagartija Nick en su disco homenaje: Las imágenes nos tocan, la luz y el sonido nos toca. Somos la retina, palpitación táctil.