La verdad es que yo como quién quiero ser es como Francisco Regueiro. Lo del nombre ya lo tengo. Un punto. Y lo de ser de Valladolid, también. Dos puntos. Me falta casi todo lo demás. El cine de Regueiro se define por una dialéctica de contrarios. Adora a Bresson tanto como a Orson Welles. Contrapunto es una de sus palabras clave, uno de sus rasgos estilísticos. Es barroco por carácter, aunque todo él esté atravesado por la ascética y por la mística.El cine de Paco Regueiro destila ese veneno que produce a veces la inteligencia y que se convierte en poderoso reactivo de nuestras coartadas morales. Regueiro no es un artista que nos ofrezca consuelo, que nos reafirme en lo que estúpidamente llamamos nuestras convicciones. Paco Regueiro es un dinamitero del espíritu, un tipo que puede hacer pedazos las de los pusilánimes. Los singulares anti-héroes de las películas de Regueiro -del Simón Andreu de "El buen amor" o el Maurice Ronet de "Amador" al Fernando Rey de "Padre nuestro" o al Eusebio Poncela de "Diario de invierno", pasando por la Esperanza Roy de "Smashing up!" o la Concha Velasco de "Las bodas de Blanca"- han estado toda su vida huyendo, eludiendo una realidad a la que, inexorablemente, tendrán que regresar. La vida como huida o la imposible huida.

